domingo, 11 de febrero de 2007

: : carta de andrade : : (segunda parte)


Lamento mucho la muerte, es algo que siempre he hecho. No necesariamnte podria decir que me preocupa ni que plantea un lugar central en mi existencia (podria ser un lugar final quizás) pero definitivamente la lamento. Quita a los hombres un sinnúmero de posibilidades y no entrega nada a cambio, vana justicia que a lo largo de los últimos siglos no ha sido equilibrada por ninguna de las racionalidades de moda. Con dios era otra cosa, puedo imaginar. Pero nuestro fanático ateísmo (al cual le agradezco todo menos su funcionalidad para lo inexplicable) sólo nos otorga el permiso del lamento franco y certero.

La muerte (de alguien, la muerte de conceptos es un tema que me elude) nos coloca en un cruce de caminos en donde el diablo o lo erótico nos dejan plantados y la maldita guitarra pesa cada vez mas al hombro. No recuerdo bien en este momento si en tu carta te referías a tu esposa o a tu padre, para el caso es lo mismo pues es la falta lo que importa, o si mencionabas simplemente una ontología cualquiera. Quiero que sepas que que la muerte que a ti te aflije es la muerte a la que yo me refiero, seguramente.

Espero podamos repetir la comilona de la ultima vez en casa de tu alumna.

Con alegria,

H.

Pd: He releído con mayor atencion tu carta. Lamento lo de tu perro.


H. M. Andrade


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